Producción: Natali Risso

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Falta de conformidad social

Autor: Federico Zirulnik

El dato del IPC de febrero pasado dado a conocer por el INDEC encendió la alarma. Tanto para el gobierno y sus aspiraciones electorales, como para un grupo de trabajadores que cada vez tienen más dificultades para alcanzar el sueño de vencer la inflación. En consecuencia, en los últimos días se han producido numerosos análisis que, al desglosar el índice de precios, se han centrado en las partidas que más han aumentado en el mes -alimentos y refrescos, carnes y sus derivados, servicios de comunicación, etc.-, en la inflación subyacente o regulada o en otras cuestiones que cambiarán cada mes pero que no explican la esencia del problema. Por otra parte, no faltaron los análisis más ortodoxos exigiendo -más aún- una reducción más rápida del gasto público o un menor problema monetario. Ni los debates entre heterodoxos que discuten si la inflación actual la generan los salarios o los altos márgenes de ganancia. Nos detendremos aquí.

En primer lugar, vale la pena aclarar. En la discusión anterior, parece haber una confusión entre lo que llamamos variaciones en economía y lo que llamamos niveles. El IPC es un índice que mide la variación nominal de los precios a lo largo del tiempo. En otras palabras, podemos decir que muestra la «velocidad» a la que suben los precios. Cuando se habla de salarios -actualmente bajísimos en términos reales- o de márgenes de beneficio -superiores a los de hace unos años- se habla de niveles.

Esto quiere decir que en la historia o en el mundo podemos encontrar momentos en que la economía puede sufrir procesos inflacionarios de considerable magnitud -variaciones- y tener altos salarios en términos reales -niveles- como fue el caso de Argentina entre 2010 y 2015, situación tal como hoy Argentina, donde la inflación es muy alta y los salarios reales muy bajos, o economías sin inflación con salarios reales altos y bajos. En resumen, lo que estamos tratando de mostrar aquí es que los salarios reales, como precio relativo, pueden afectar el nivel de precios en la economía, pero no la tasa a la que crecen. Una situación similar ocurre con los márgenes de beneficio.

Entonces, en el contexto actual, ¿es correcto culpar a los salarios como el factor que genera la inflación? En CESO, creemos firmemente que no. ¿Son entonces los altos márgenes de beneficio los que lo provocan? Ni. Continuar discutiendo el precio nominal y el crecimiento de los salarios, es decir, las variaciones, nos lleva a esta espiral inflacionaria cada vez más alta.

Si replicamos el mismo conflicto distributivo entre salarios y ganancias a todos los aspectos o sectores de la economía, como rentas y arrendatarios, productores y proveedores de insumos, o cualquier otra transacción económica, vemos una economía cada vez más indexada, amplificando la inercia. factores de inflación; y donde muchos aumentos se basan en la inflación pasada.

En una coyuntura donde la inflación interanual ha alcanzado valores de tres dígitos y cuando los ingresos de los trabajadores se encuentran en niveles muy bajos en términos históricos, surge la necesidad de reducir estos factores de inercia y cambiar los precios relativos de la economía. No es una tarea fácil. Para hacer esto, es necesario lograr un gran consenso social o una fuerza política con una aceptación lo suficientemente alta como para tocar intereses sin escalar el conflicto social. La posibilidad de tener una discusión sobre los niveles que deben tener los salarios reales -en caso de que tenga que volver a ocurrir hoy, en niveles bajísimos- y como contrapunto al margen de utilidad. Centro de gravedad de la economía política entendida como ciencia.

Sin duda, en el escenario actual, donde existe una creciente vulnerabilidad social, donde la falta de reservas y la fragilidad externa presionan las expectativas de devaluación, donde la sequía expone aún más nuestros problemas relacionados con las restricciones externas y, según el Fondo Monetario Internacional, reduce los grados de libertad de la política económica, lo anterior parece cada vez más lejano.

Economista CESO. Profesor de la Universidad Nacional de Moreno.

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diferentes mecanismos

Autora: Yanina Busquet (**)

Desde la última publicación del Índice de Precios al Consumidor (IPC), se abre un nuevo capítulo en la historia de la inflación argentina. Con un aumento del 6,6 por ciento en febrero y un aumento interanual del 102,5 por ciento, creó un récord de tres dígitos para los últimos treinta años. Lo más preocupante es el aumento de los precios de los alimentos y bebidas, con un fuerte aumento del 9,8 por ciento, lo que más impulsó al IPC. La mayor incidencia estuvo provocada por el aumento del precio de la carne y el aumento del precio de los lácteos y los huevos. Por otro lado, el precio de la fruta también presionó con fuerza al alza, pero por razones estacionales.

A pesar de los desafíos estructurales que tiene Argentina para frenar la inflación y un 2022 olvidable, este aumento en los precios de los alimentos se atribuye a una profunda sequía que ha afectado la producción y elevado los costos de alimentación animal. Las lluvias son deseadas no solo para calmar la ola de calor, sino también para paliar problemas económicos.

La inflación se ve entre los consumidores que no pueden distinguir la delgada línea entre lo que es caro y lo que es barato, y entre los productores y comerciantes que viven sin precios de referencia. En el primer caso, el impacto más alarmante es sobre el costo de vida de la población, el fuerte aumento de los precios de los alimentos afecta en mayor medida a la población de menores recursos y mayor vulnerabilidad ante la situación económica. En febrero, la línea de pobreza para un adulto alcanzó los 57.302 pesos, según la canasta básica total publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Censo (Indec), que registró un aumento mensual de 8,3 por ciento. Mientras que para cruzar la línea de pobreza se necesitaban 26.046 pesos, según la canasta básica de alimentos, que registró un aumento de 11,7 por ciento en febrero. Finalmente, una familia de cuatro, dos adultos y dos menores, necesita más de 177.000 pesos para no ser pobre, sin contar el costo del alquiler para las familias que no tienen vivienda propia.

Por el lado de los productores y comerciantes, las pymes son las más afectadas por la inercia inflacionaria. Un fuerte sesgo en los precios relativos se traduce en falta de referencias y dificultades en la planificación. Las empresas más pequeñas no cuentan con herramientas de negociación ni estructura financiera para enfrentar aumentos de costos, lo que genera una pérdida de rentabilidad. A esto se sumaron las dificultades para acceder a insumos importados por restricciones externas y la falta de aprobación del Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA). La sequía suma un componente explosivo en este contexto económico, no solo para el mercado interno, donde los precios se duplicaron el año pasado, sino también con la caída de las exportaciones, en un escenario donde la falta de dólares condiciona otras variables económicas y políticas. . Esta caída en los ingresos de divisas nos obliga a reconsiderar la falta de diversificación de las exportaciones.

Otro dato preocupante es la inflación subyacente, que registró un aumento de 7,7 por ciento, superando a otros rubros. La importancia de este indicador radica en su carácter de largo plazo, a diferencia de las otras dos categorías, esta parte de los incrementos no se ve afectada por el factor estacional ni por los incrementos regulados por el Estado, que tienden a saltos más pronunciados. Sin embargo, el mayor aumento se registró en el IPC subyacente en el último mes, lo que genera más preocupaciones sobre el componente estructural de la inflación.

Una de las medidas de política monetaria es el aumento de la tasa de interés nominal anual (TNA). El banco central decidió aumentar en casi 3 puntos porcentuales, ubicando la tasa de interés fija en 78 por ciento del valor nominal anual (TNA). Una medida de carácter recesivo, lo contrario a un enfriamiento de la economía, pero que por sí sola no resolvería el grave problema inflacionario.