Que Argentina 2023 esté discutiendo la dolarización de la economía es triste deja Vu. En lo personal, me transporta como un túnel del tiempo a diciembre de 2001 cuando el país sufrió un fuerte ataque de dolarización ante la evidencia de que la Convertibilidad había terminado.

Afortunadamente, la dirigencia política resistió en verano tras superar la crisis. Nosotros contribuimos. Como parte del Grupo Productivo, que formamos a partir de cámaras de comercio, sindicatos y universidades, emitimos un Manifiesto contra la dolarización, en el que decíamos que era una “falsa medicina que no cura nada”.

El manifiesto tuvo un fuerte impacto. Este plan de dolarización fue muy específico, como se refleja en la nota de Claudio Zlotnik Pagina 12 del 20 de enero de 2002 https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-1025-2002-01-20.html, que transcribe el cable de Reuters: Iban a buscar a Emilio Cárdenas, el entonces presidente ejecutivo de HSBC como ministro de Economía en lugar de Domingo Cavallo y entregará 15.000 millones de dólares para llevar a cabo la operación. El «Plan Cárdenas» fue viable porque la sociedad argentina estaba en completo shock; corralito, paro, protestas callejeras y crisis política.

Nuestro argumento era simple: la dolarización no era una discusión técnica, sino política y primordial. La dolarización significó la pérdida de toda soberanía sobre nuestra política económica y sobre nuestro destino como nación. Luego fuimos a ver a Cavall para preguntarle si conocía el plan. Él no lo negó. Le dijimos que la dolarización había partido totalmente las aguas en esa crisis, y ante su silencio, decidimos hacer una fuerte declaración pública. El manifiesto decía: “Aparte de las obvias razones de autonomía y dignidad nacional, esto significaría privarnos para siempre de las herramientas esenciales de la política económica. Abandonaríamos definitivamente la posibilidad de tener una política monetaria”.

Hoy, Argentina nuevamente enfrenta restricciones externas, pero el diagnóstico no debe ser erróneo. Como entonces, ninguna cantidad de alquimia financiera o monetaria puede arreglarlo de la noche a la mañana. No hay soluciones mágicas ni magos que puedan aplicarlas. La empresa tiene todo el derecho de estar conmocionada por las complejas circunstancias, pero la gerencia, hoy y siempre, no puede permitirse el lujo de proponer soluciones que solo empeorarían la situación. El dolor de muelas no se soluciona quitando todos los dientes.

El problema de la moneda es la punta del iceberg del problema estructural de la Argentina, que es su matriz productiva desequilibrada que compra al mundo lo que vale mucho y vende lo que vale poco. El camino para resolver esta ecuación es el que enfrentamos con dificultad: fortalecer nuestros recursos con valor agregado, avanzar la frontera tecnológica y duplicar nuestras exportaciones en los próximos 10 años. El crecimiento es el único plan económico para unirnos como sociedad.

La resistencia de este grupo de líderes a la embestida de la dolarización hizo que Argentina tuviera un esquema cambiario normal en la década siguiente y que entre 2002 y 2011 lograra el mayor período de crecimiento de su historia: 74,4% -con condonación de deuda y baja inflación.

Hoy parece claro que no existe ninguna de las condiciones para continuar la aventura de la dolarización. En 2001, el esquema fue impulsado por un proyecto geopolítico de algunos sectores de Washington, que lo introdujo en algunos países pequeños y uno mediano: Panamá, Palau, Micronesia, Islas Marshall y finalmente Ecuador. Argentina fue una pieza clave para seguir avanzando. Hoy, cuando el país tiene activos importantes que el mundo quiere, desde alimentos hasta litio y energía, esos intereses pueden volver a formarse.

Pero aunque técnicamente fuera posible, sería un grave error político e histórico y debería ser rotunda y explícitamente excluido por toda la dirección política que pretende defender los intereses nacionales. En situaciones difíciles, lo último que debemos hacer es prometer a la sociedad soluciones falsas que conducen a nuevas frustraciones.

A la sociedad hay que decirle la verdad y mostrarle el camino del verdadero desarrollo para que la crisis, como escribimos en aquel Manifiesto, “sea nuestro renacer y no una indigna resignación”.

Lea el manifiesto completo https://drive.google.com/file/d/1AkHj_gh_iXNMN5M-h4bo1c_9VFJ_rhsm/view?usp=sharing

* Secretaría de Industria y Desarrollo Productivo.