Como informó el INDEC la semana pasada, la tasa de pobreza aumentó en el segundo semestre del año pasado y afecta a una parte importante de la población económicamente activa (llegó a 39,2 por ciento, frente a 37,3 por ciento en el mismo período). En relación al índice de pobreza, que considera la falta de ingresos suficientes para cubrir una canasta de alimentos capaz de satisfacer el umbral mínimo de necesidades energéticas y proteicas, se observó una ligera disminución (de 8,2 a 8,1 por ciento en el mismo período). Si consideramos el primer semestre de 2022, la pobreza a nivel personal aumentó significativamente (de 36,5 a 39,2 por ciento) y la pobreza disminuyó (de 8,8 a 8,1 por ciento). Dado que Argentina tiene una población estimada de 46,2 millones, las cifras muestran que 18,1 millones de personas están por debajo del umbral de la pobreza, y dentro de eso, 3,7 millones parecen ser indigentes.
Todo este proceso se da en un marco donde la economía creció a niveles significativos el año pasado (5,2 por ciento) y la tasa de desempleo cayó (en el tercer trimestre de 2022 bajó de 7,9 a 6,7 por ciento respecto al mismo período de 2021 como resultado de una alta tasa de actividad), pero la aceleración de la inflación (94,8 por ciento para 2022, luego del 50,9 por ciento interanual anterior) determinó un aumento permanente de la pobreza. Como dato aislado en la última encuesta de mercado laboral del INDEC, varios aglomerados urbanos del país -ocho casos repartidos en nueve provincias- han alcanzado lo que se puede considerar cifras de pleno empleo (con entre 4 por ciento y menos de desempleo), y otros tantos lo están en el camino a lo lograron.
Sin embargo, este aumento de ocupados, más allá de la evolución positiva del empleo registrada en el último período, estuvo liderado por las formas más precarias de contratación (asalariados informales y trabajadores por cuenta propia incluido el monotributo social). A esto se suma la dificultad de actualizar los salarios y sus mecanismos ante la inflación galopante. Según datos recientes de CIFRA-CTA, 2022 terminó con una disminución promedio de 1,3 por ciento en el salario mínimo, y estuvo 33 por ciento por debajo del nivel de 2015, cuando al finalizar el gobierno de Cristina Kirchner, los salarios laborales representaban el 51,8 por ciento del valor. agregado. La participación de los asalariados en el PIB caería así libremente desde este punto y alcanzaría el 46,2 por ciento en 2019 y el 43,9 por ciento del valor agregado en promedio en los primeros tres trimestres de 2022 (casi 8 puntos menos para todo el período).
En este marco cabe preguntarse qué tipo de modelo socioeconómico se está consolidando. Tras el gobierno de Mauricio Macri con la pandemia, la guerra en Ucrania y la sequía, la dirigencia de Alberto Fernández decidió impulsar la actividad económica y recuperar el empleo, pero dejó de lado una política más activa de ingresos y distribución. Esto crea un patrón de crecimiento que en principio no conduce a una mayor calidad del empleo, empeora el poder adquisitivo de los trabajadores asalariados y aumenta la pobreza en un contexto de alta inflación. Las condiciones del FMI para cumplir con las metas de ajuste del gasto público y la falta de dólares en la economía ya nivel de reservas en un difícil escenario internacional complican mucho el panorama de la situación.
En este sentido, no cabe duda de que la principal tensión será si los salarios reales -que se encuentran en sus niveles más bajos en décadas- seguirán cayendo, o si se revertirá la tendencia. A cuatro décadas del retorno a la democracia en Argentina, será necesario examinar cómo la dinámica política en un año electoral procesará este tema y qué definiciones surgirán o no en un esfuerzo por mejorar la vida de la mayoría de los ciudadanos.