Hace unos días se publicó el Índice de Precios al Consumidor de febrero 6,6% se trata de una cifra muy alta que no se explica por la evolución de los salarios, ni por las tasas, ni por el tipo de cambio, ni por la cuestión monetaria. Por ejemplo, al comparar febrero de este año con febrero del año pasado, la emisión de dinero fue del 39,76%, que es mucho menos de la mitad de la inflación. Entonces, ¿qué explica el aumento actual de los precios? En mi opinión una combinación de expectativas, especulaciones y ofertas distributivas. En una economía que está creciendo, como es el caso de Argentina, el tamaño del pastel está aumentando y, como resultado, existe una competencia cada vez mayor entre diferentes actores para apropiarse de la mayor parte de los beneficios de este crecimiento. En este proceso, se incrementa la rentabilidad de algunos sectores de la economía a través de estos aumentos de precios, que de ninguna manera se justifican por el aumento de costos. así es como lo llamamos oferta de distribución.
Muchos de estos aumentos son “aumento preventivo«. Es decir, los incrementos que realizan los integrantes de la cadena de valor ante la eventualidad de una devaluación o cualquier otro posible factor que luego encareciera la reposición de productos finales o productos intermedios. El aumento busca asegurar que el precio de venta del inventario existente no sea inferior a los nuevos precios que los proveedores «esperan» establecer. En estos casos, las expectativas juegan un papel central: la suposición de que los precios subirán genera aumentos de precios reales. Entonces, si no se cumple este supuesto, el efecto ya se ha sentido: los precios han subido. es como lo llamamos expectativas y especulaciones. Estas expectativas impulsan las decisiones en el presente basadas en la suposición de lo que sucederá en el futuro. En este escenario, los principales impulsores de las ideas neoliberales anuncian que si ganan las próximas elecciones provocarán una gran devaluación y un fuerte choque antiinflacionario. Por supuesto, estas declaraciones influyen en las expectativas de varios actores económicos.
Muchas de estas empresas son las que firmaron acuerdos como precios justos, que luego no cumplen.. No pueden celebrar estos acuerdos, pero una vez que se firman, deben estar obligados por ellos. El incumplimiento de estos acuerdos probablemente no tuvo menor peso en la inflación mensual de 6,6%. De este modo, es necesario actuar con más energía sobre los que no cumplan con lo pactado.
Una de las grandes batallas que libra el gobierno es el logro cumplimiento de la ley de presupuesto. Sugiere que para evitar un choque antiinflacionario es necesario pasar por lo que podríamos llamar una escalera ligeramente descendente: cambiar la expectativa de que los precios siempre subirán por una en la que puedan bajar gradualmente. En este sentido, la proyección presupuestaria plurianual establece una meta de inflación de 60% para este año, 44% para el próximo y 33% para 2025. De ninguna manera se trata de una medida de choque antiinflacionario, ya que somos conscientes de la consecuencias sociales que este tipo de políticas tuvieron y tendrían sobre la población si fueran aplicadas. Si hay una gran devaluación se podría frenar la inflación, pero a costa de reducir el consumo y crear un escenario fuertemente recesivo donde, como siempre, los que más sufren son los más vulnerables.
En otras noticias, el lunes 13 el FMI acordó con el Gobierno Nacional modificar los objetivos del programa. Flexibilizó la acumulación de reservas ante, entre otras cosas, el impacto en las cuentas públicas de la sequía. El nuevo acuerdo permitirá el pago de aproximadamente $5.3 mil millones.
Lo hemos dicho muchas veces: no hay buenos tratos con el FMI. El gran drama de Argentina ganó 56 mil millones de dólares del organismo internacional (los pagos fueron suspendidos en agosto de 2019 y alcanzaron un total de 45 mil millones de dólares). Desde entonces, el país está en aprietos: la única opción que le queda es luchar para conseguir el menor mal trato posible. Cuando se firmó en marzo de 2022, se incluyó un párrafo en el memorando que decía que “nuestro caso base está sujeto a incertidumbres significativas, lo que significa que es posible que las políticas deban recalibrarse en consecuencia. Los choques relacionados con el clima podrían afectar nuestras exportaciones con efectos negativos en la entrada de divisas y los ingresos fiscales”. No hay precedentes en acuerdos con el FMI de disposiciones de estas características. Esto abrió la puerta para que Argentina solicitara una revisión de, en este caso, la acumulación de reservas.
Creo Argentina debe proceder con la solicitud de revisión adicional. En marzo del año pasado, cuando se firmó el contrato, la tasa de interés a la que se negoció este préstamo era de 1,19% anual. Como consecuencia de la subida de los tipos de interés en Estados Unidos y la Unión Europea, actualmente este tipo ha subido hasta el 4,57%. La diferencia entre una tasa y otra representa un pago adicional de unos $1.500 millones al año. Pero también, todavía nos multan con cobrar de más. A ello se suma el agravante de que estos recargos ya no son del 2% sino del 3%. Según el FMI, si un país mantiene una deuda por más de 36 meses que excede la deuda permitida bajo la cuota de participación de la organización, sus tarifas aumentarán en un 1%. Estos recargos representan un pago adicional de aproximadamente $1,500 millones. Eso es un total de $ 3 mil millones al año. Renegociar este tema es en efecto renegociar la directriz fiscal del convenio. Por eso, es necesario discutir el costo de renegociar este financiamiento, que es, entre otras cosas, una bandera que el equipo económico debe aceptar con fuerza.
Queda mucho por hacer, todo parece insuficiente, pero la dirección es la correcta. La segunda, la política propuesta por la oposición neoliberal, nos llevaría al abismo.
* Diputado Nacional por el Frente de Todos y Presidente del Partido Solidaridad.