Sergio Massa, ministro y candidato, recorre fábricas industriales. Mantiene conversaciones largas y relajadas con PYME y empleados de planta. Allí hace lo que mejor sabe hacer, dicen los que lo conocen: hablar. Pregunta mucho: sobre la constitución de la empresa, la historia de sus dueños, su relación con los empleados, su historia, origen, cuánto tiempo llevan en la empresa. Quienes hablan con él notan que está interesado: no poco. «Es ministro y se quedó en la fábrica unas dos horas», dijo uno de los que participaron el viernes en un recorrido por la fábrica textil Soldati.

Sí, dos horas y en lo que debió ser el día más difícil en su relación con el fondo monetario. El día que se esperaba que se anunciara el acuerdo y no sucedió. El día en que se suponía que debía estar en contacto minuto a minuto con sus negociadores en Washington. Pero ya era hora de otra cosa. Escuche directamente de los empleadores y trabajadores sobre los problemas que enfrentan las industrias no concentradas y cómo la pérdida de poder adquisitivo de la población comienza a repercutir en la economía, aunque las estadísticas aún no lo reflejan.

Los empresarios y trabajadores del sector industrial han vivido peores momentos y temen que vuelva. Al menos los que tienen memoria. Pero sienten que no tuvieron las respuestas esperadas del actual gobierno. Y temen que los temas no resueltos tampoco se resuelvan. Lo expresan y lo reclaman.

El sector textil suele ser considerado un termómetro que predice enfermedades. “La alimentación y el vestido son parte fundamental del presupuesto familiar, y cuando empiezan a quedarse sin dinero hasta para los gastos necesarios, dejan de comprar ropa”, definen. Y eso es lo que está pasando, apuntan. Las ventas de ropa «fuera del mostrador» han comenzado a tambalearse, dicen el ministro y el candidato. El poder adquisitivo está sufriendo y se nota.

Los medianos industriales textiles, que han sufrido en carne propia el macroísmo, reconocen los esfuerzos del actual gobierno por protegerlos, incluso durante la pandemia. Pero hoy tienen problemas con los insumos y las ventas. “Faltan dólares”, dice Massa, pero 2024 será diferente, agrega. Y si hay dólares, ¿para quién serán? ¿Para la producción o para el equipo financiero? Quizás la respuesta esté en las elecciones. Pero no todos se hacen la misma pregunta.

Conozca el dólar del cielo

Un pequeño o mediano industrial que necesita importar regularmente materias primas que no son de producción nacional, no puede tener problemas para obtener un permiso, SIRA, el documento con el que tramita la importación. La mayor preocupación es el pago de esas importaciones.

SIRA permite la importación y posterior compra de divisas al precio oficial del banco central. El proceso de obtención de un SIRA para importadores regulares de materia prima no tiene por qué ser engorroso, no toma más de 15 días para obtenerlo. Lo que es más difícil, muchas veces imposible, es lograr que el banco financie la importación hasta que se obtengan los dólares del banco central, que es una empresa para pequeñas y medianas empresas.

Porque si la compra se hace desde, por ejemplo, China, es casi seguro que el vendedor de un país asiático exija el pago por adelantado de la mercancía. Esto significa que una vez obtenida una SIRA, se debe realizar un depósito (en moneda extranjera) para la compra. A partir del pago se inicia el procedimiento de envío del producto adquirido y su traslado al puerto de Argentina.

Pueden transcurrir 60 días entre el pago de la compra y su arribo a puerto argentino. Sin embargo, el gobierno permite la venta de dólares al importador 60 o 90 días después del momento de la nacionalización (declaración de ingreso al país) del producto importado. Es decir, pueden transcurrir 150 días entre la autorización del SIRA y el momento en que el importador compra los dólares (que ya han sido prepagados por el exportador de China). ¿Cómo financia operaciones una pyme que importa materia prima?

“Si es a través de un banco, el préstamo es en dólares y con una tasa del 20 por ciento anual; pero si no tienes acceso a un préstamo bancario, tienes que buscar otra alternativa, que siempre es mucho más cara”, responde un común importador de materias primas.

¿Y cómo calcula el costo de lo que está produciendo si compró los bienes el día 1 en dólares, pero tendrá que comprar esos dólares al BCRA 150 días después al precio que tiene ese día?

Respuesta: “aunque uno asuma el riesgo cambiario y asuma que no va a haber algún salto brutal del dólar en el camino, hay que agregarle al menos el costo financiero de la operación. Entonces cuando dicen que los comerciantes nacionales trabajan con el “dólar del cielo” porque la casa matriz nos vende al dólar oficial, pero nosotros cobramos un dólar más alto, una especie de mezcla del dólar oficial y el “dólar blue”, la verdad es que siempre es un costo financiero muy alto”.

Durante su visita, Massa recibió una explicación directa de otro problema sistémico de la economía argentina: un sistema financiero que no financia. Uno de los pliegues de la ineficiencia que no siempre es visible.

Memorias del Plan de Australia

El sector industrial aún recuerda lo que fue un “programa de modernización económica” apoyado en el macroísmo, que significó la destrucción de muchas pequeñas y medianas empresas y la pérdida de miles de puestos de trabajo en el sector manufacturero.

En esencia, se trataba de un plan que buscaba «moldear el sector industrial» y realizaba una selección salvaje en la que sólo debían sobrevivir los sectores «eficientes», «competitivos» o «viables». En esta definición se incluyeron los sectores agroindustrial y extractivo básico, incluido el petrolero. Es decir, extractivistas.

Otros artículos masivos, como los textiles o los metalmecánicos, aparecían directamente en la lista de los «impracticables», condenados a perecer. Mientras que el plan reconocía algunos rubros transitorios, como la industria automotriz, que consideraba «probablemente viables» si experimentaba una transformación que aumentara su eficiencia a escala internacional.

Un documento que detalla el proceso fue circulado por autoridades oficiales durante los años del gobierno de Mauricio Macri, aunque nunca se hizo público. Se llamó el Plan Australia porque supuestamente adoptó el modelo de industrialización del país oceánico. Pero hasta ahora mal copiado. Además, se describió el proceso de desarrollo industrial que tomó 25 años, y aquí lo querían hacer en cuatro años.

La misma clasificación de sectores industriales como «viables» o «inviables» indicaba la torpeza de la propuesta, cuyo principal impulsor (decir «driver» sería una exageración) fue el primer ministro de Industria del gobierno de Macri: Francisco «Pancho» Cabrera. El documento en cuestión fue mucho más allá: definió el orden en que los sectores considerados «inviables» debían desaparecer paulatinamente y ser reemplazados por importaciones.

Por ejemplo, en la industria textil, primero tenían que desaparecer las actividades relacionadas con la producción de los insumos más básicos (los «primeros insumos o materias primas» en la cadena productiva). Al ser sustituidas por insumos o materias primas importadas, ocasionaban costos «baratos». El segundo sector en desaparecer debe ser el o los que ocupan el segundo eslabón de la cadena. La destrucción industrial era sinónimo de progreso.

Este «modelo de transformación industrial» nunca fue expresado explícitamente por el gobierno de Cambiemos, pero tuvo diversas manifestaciones que revelaron su existencia. Públicamente, el gobierno siempre ha negado el programa, pero hay testimonios de presentaciones a puertas cerradas por parte de funcionarios de Macrisma e incluso propuestas a empresarios y alcaldes, como préstamos subsidiados, para «liquidar plantas», pagar indemnizaciones a los trabajadores despedidos y quebrar.

Así de doloroso es el recuerdo cuando los empresarios con buena memoria piensan que los que intentaron hacer realidad este programa podrían estar de regreso en el gobierno a fin de año.