El nivel de liquidación de dólares con el dólar agrícola (300 pesos por dólar), que el ministro de Economía, Sergio Massa, pasó la primera semana más lento de lo habitual. Pero parte de la explicación de los ajustes técnicos que ha ordenado el gobierno en los trámites de apertura de cuentas se justifica en gran parte por la pugna que libra el sector rural con el Estado para forzar una devaluación que les permita (i) mayores ingresos. El contexto no ayuda al ejecutivo a estar de espaldas para pelear al máximo, sobre todo porque necesita esas divisas que tiene el campo primario en sus silos y en consecuencia el sector ha empezado a jugar muy fuerte. Tanto en las entrevistas públicas de la mesa de enlace como en las entrevistas privadas de los productores con los que coincidió Página I12Se deslizó que un tipo de cambio de 300 pesos por dólar era insuficiente y que lo ideal sería «entre 330 y 350 pesos», una forma prolija de presionar por el dólar libre y la devaluación.
Toda esta información circuló esta semana en reuniones privadas de las cuatro entidades de Enlace (CRA, Sociedad Rural, Coninagro y Federación Agraria Argentina) -los únicos actores del sector que no participaron de la acción del dólar agrícola que armó Massa- y en los grupos de Whatsapp de Gurú Agro y Gurú Ganadero, que reúne a productores independientes cuyas bases responden al bullrichismo.
Esta situación, como era de esperarse, no solo tensa la cuerda con el gobierno, sino que pone los pelos de punta a toda la cadena y a la industria, que no está dispuesta a pagarle al productor ni un dólar extra, porque ya en esta escenario, las ganancias de los productores, especialmente de soja, están en máximos históricos. Antes de entrar en los detalles de cómo surge esta idea de dólar atrasado, muestran datos sobre las ganancias agrícolas gracias a los diferentes tipos de cambio que manejan en el sector privado, por ejemplo la siguiente foto: en la primera versión de el dólar de la soja, en septiembre de 2022 y a los precios de la época, tenían un 30 por ciento de ganancias extraordinarias. En la segunda emisión, ganaron más del 35 por ciento ya que la industria también se vio obligada a subir los precios más allá de su capacidad de pago. Y ahora el nivel de ganancias será similar o superior.
Hay un hecho aún más revelador. Antes de este último dólar agrícola, la tonelada de soja se pactaba en 85 000 pesos, y después del beneficio pasó a valer 120 000. Pero ese precio ya no es alto, sino muy alto. Indagatorias de este diario del sector sobre cuál sería un precio razonable con margen suficiente llevaron más o menos a esta respuesta: hoy una tonelada de soya a 95.000 o 98.000 pesos es más que razonable y le permite al productor una ganancia neta del 27 por ciento en relación con los costos reales de producción de los granos a cosechar. En resumen, es como si el gobierno redujera la lluvia de soja del 33 por ciento habitual al 5 por ciento. Sin contar aquí, si se toman sólo los meses del año que son de campaña agrícola, el sector se ha visto beneficiado con cero lluvias durante casi todo el año desde que comenzó el primer dólar de soja.
En definitiva, en un escenario de extrema sensibilidad social, donde los ingresos caen frente a la inflación y la pobreza aumenta, los que más se benefician de las ganancias récord deciden jugar su propio juego y quemar puentes a un gobierno que necesita desesperadamente divisas en el medio. año electoral Una disputa de carácter puramente político al conocerse las cifras de ganancias reflejadas anteriormente.
Génesis de la presión
Entre los productores, hay dos cabañas muy masivas en las que los productores independientes, los políticos de la oposición y los empresarios de la zona central juegan un papel importante. Sus nombres son Guru Agro y Guru Ganadero. Hace unos días, uno de los usuarios subió a estos chats un vídeo del consultor Salvador Distéfano, uno de los que trabaja para este sector. «Bien hecho, esa es una idea», celebró el líder rural en entrevistas. El caso concreto no es el único, ni es muy relevante, pero la idea está muy extendida y ha sido apoyada por otros economistas y productores que charlan por este WhatsApp.
En dicho video se afirma que el dólar agrícola ofrecido por Massa es «muy amarretísimo». Y recomiendan que «cuando el crédito está tan bajo» es mejor «tomar un préstamo y esperar a que llegue el dólar de soja 4». “No vamos a vender nada, que esperen”, agregó otro comentarista. Es algo similar a lo que dijeron los dirigentes de la Sociedad Rural de Nicolás Pino y su vicepresidente Cicypu Marcos Pereda Born a Javier Mileio, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreto en las reuniones que sostuvieron esta semana en la sede palermitana de la entidad. . Pidieron cero retenciones, ecuación que solo detuvo el radical Gerardo Morales, quien sabía que estaría financiando al Estado. El resto apoyó la petición, forzados por un cabildeo feroz y descarado. Massa, consciente de la movida común, decidió hace una semana aislar la Mesa de Enlace, que entiende que está jugando a la política partidaria, pero de todas formas seguirá recibiendo metralla del partido privado para encarecer el dólar.
En los chats mencionados anteriormente, otro consultor subió un gráfico de barras que muestra por qué cree que el grano no se debe vender a 300 pesos (el resto de la economía cotiza a $215). Calculó cuántos dólares deberían haber costado las semillas de soja, ajustadas por inflación. Para la primera emisión, el dólar de soja a 200, querían un dólar de 226 a 237 pesos. En el Número 2, con el dólar de la soja en 230, pedían un dólar de 249 al principio y 293 al final de 2022. Mientras que en el mismo gráfico de barras, muestran que después de actualizar por inflación, tendrían que luchar porque el dolar actual de 300 pesos es casi 350 pesos.
No es la primera vez que hay recomendaciones en estos grupos de no vender, para no jugar con el gobierno. Pero en este contexto de inflación y pobreza, cuando los más necesitados exigen al Estado la posibilidad de llegar a la canasta básica, claramente es un lobby que no tendrá ninguna lógica.