Producción: Mara Pedrazzoli
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programa explícito
Autor: Juan Manuel Ottaviano
Está circulando una declaración pegadiza. El programa Juntos por el Cambio es tan claro que se explica solo. Facilitar los despidos, aumentar la temporalidad, suspender la negociación colectiva, congelar salarios, incluir a los que hoy no están entre los trabajadores formales y encarcelar a los huelguistas. Sin embargo, cada uno de estos ejes se enumeran como «abolir las multas», «crear un fondo para sobornos», «ampliar el período de prueba», «acabar con la ultraactividad de los convenios», «acabar con los bloqueos», «nuevo esquema de la plataforma de los trabajadores”, entre otros.
Un plan con dos bases y dos objetivos que pueden ser compartidos y comunes en todo el espectro político y social. La tecnología está cambiando profundamente la producción y el trabajo; la protección laboral afecta a menos personas ocupadas; y el objetivo es crear trabajo de calidad y reducir la informalidad laboral a través de políticas innovadoras.
Analizando el contenido de las propuestas, se trata de una copia en bruto de reformas laborales como las del 2000 (conocidas como Ley Banelco). Este informe de reforma nos recuerda que lo que ahora se presenta como un plan de modernización empieza por convertir la creación de empleo en contratos temporales encadenados, sigue quitando derechos a los convenios colectivos y congelando salarios, y acaba por aumentar el paro y la precariedad.
Además del mal conocido, la generalización de programas como la reducción de precios (fondo de retiro) o la titulización (mochila) de compensación, o la eliminación de varias barreras (multas por trabajo no registrado) de la informalidad laboral, esconde el objetivo de la institucionalización. incertidumbre, inestabilidad, fragmentación e insostenibilidad de las relaciones laborales y de la seguridad social. Lo nuevo es que conducen a subsidiar la rotación laboral en actividades de baja productividad, aumentar los costos laborales fijos, aumentar la litigiosidad y colapsar el sistema de pensiones. No solo no sirven para crear empleos de calidad, sino que incluso sirven para apoyar la producción.
Como no se evidencia un aumento en el número de juicios por multas por trabajo no registrado, debates necesarios como la unificación de las tasas de actualización de los créditos de trabajo o la política de formalización económica quedan en la oscuridad. Es imposible argumentar que el problema más grave en el mundo laboral y manufacturero es la industria de la demanda laboral, donde la tasa de renuncia es 8 veces la tasa de despido sin causa, es decir, cuando el 60 por ciento de las causas de terminación de los contratos son renuncias (EIL, MTEySS, 2023), ¿no habría entonces una industria de retiros?
El régimen de trabajo por cuenta propia así señalado o el nuevo régimen de trabajadores de plataforma (sin derechos laborales + ART) cae en una falsa pero efectiva dicotomía entre derechos vs. libertad. Usar la tecnología como soporte discursivo para que todos paguen por su seguridad tiene el mismo sentido que cruzar un río en bicicleta, pero con casco.
Encarcelar a los atacantes como eje de la campaña indica un estado de ánimo más que una dirección. Este sesgo hostil contra quienes trabajan les impide ver su realidad, discutir sus aspiraciones, representar sus demandas y acordar nuevas políticas.
La tecnología está cambiando la producción y el trabajo. El desafío es innovar las regulaciones para proteger mejor a quienes producen y trabajan. Soberanía de la jornada laboral, derecho a vacaciones, regulación de la discontinuidad horaria, reducción de impuestos a la producción, reformulación del monotributo, formación profesional, renta universitaria, premiación de la productividad tecnológica. Avanzar, garantizar derechos donde se vulneren y crear nuevos donde haya nuevas necesidades.
Abogado laboralista, miembro de CETyD y Fundar.
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¿Más o menos derechos?
Por Laura Testa (**)
Luego de las persistentes declaraciones del candidato presidencial Juan Grabois, parece claro que existen algunas diferencias importantes con su oponente en las PASO Sergio Massa, quizás la pregunta es si estas diferencias son irreconciliables. ¿Qué proyectos de país proponen los competidores?
A priori es evidente que tienen trayectorias políticas antagónicas, pero ambas se ubican en el campo nacional y popular, y que en Argentina está dentro del peronismo.
Juan, un tipo sencillo que estructuró su capital político en torno a la bandera de los humildes y un poco en convivencia permanente con los de abajo, cualidad desagradable para algunos que los lleva a concluir que es un hipócrita, mientras que otros reconocen al hombre en ella. de fuertes valores y creencias, que vive como piensa, en una época en la que las redes sociales y la tecnología luchan a favor de la apariencia, garpa.
Juan parece un tipo que no quiere fingir. Por otro lado, Sergio, un político de traje y corbata, con una dilatada trayectoria que le ha llevado a ocupar diversos cargos en la administración pública y a ser candidato más de una vez, carismático a su manera, formado y con capacidad a trabajar irrefutable.
El capitán de un barco que tenía todas las condiciones para un naufragio y, sin embargo, parecía estar llegando a un buen puerto. Aun sin tener certeza de que llegarán a su destino, dirigen el barco con convicción y valentía, y en este último los dos candidatos son muy similares. Convencidos de lo que dicen, lo que se nota en la moderación con que se expresan.
Podríamos suponer que ambos quieren un mejor país, supongo que difieren en cómo está construido. Massa es un político mucho más pragmático que desde que asumió se ha dedicado a equilibrar la economía y lo está logrando con mucho esfuerzo y capacidad de trabajo, asumió con una inflación aparentemente disparada a hiper e inminente riesgo. default con el FMI, y sin embargo aquí estamos librando la batalla sobre todo vivos.
Ha habido cambios estructurales drásticos en cuestión de meses, hazaña no menor para una economía tan desorganizada y caótica como la argentina. Ordena y entrega y su coalición celebra los éxitos, el gasoducto de Néstor Kirchner aparece como el ejemplo más tangible. Basado en el trabajo conjunto y en equipo, el oleoducto es un orgulloso proyecto nacional y popular que lucha por la independencia económica y la soberanía política, que algunos consideran inviable.
Grabois sigue aquí, sin saber que la coalición política de la que forma parte está formada por compañeros que no le gustan. Es leal, corta la espuma a pesar de sus diferencias y plantea los debates políticos con seriedad y convicción.
“En este momento, el debate es si habrá un monopolio de la representación política de un campo que representa la justicia social por parte de una persona que representa otra cosa para nosotros”
Juan habla de la centralidad de la redistribución de la riqueza y deja una posición clara sobre los negocios y las ganancias desorbitadas de algunos empresarios no pueden estar por encima del pueblo, no muy diferente a lo que viene expresando Cristina Kirchner desde hace muchos años.
Más precisamente, un capitalismo más humano, donde nadie sea expulsado del sistema que nos tiene acostumbrados a la exclusión social, su lema es “no aceptar la normalización de la injusticia”.